Multifuncionalidad en su mayor esplendor
Llegué al sitio X, a la hora convenida, y el ser grimoso y cetrino me esperaba y me abrió la puerta. Con su voz de castrati, más dirigida a los botones de su camisa floreada, a la altura del freak que resulta ser, el personaje en cuestión me saluda con un tímido y amigable: "Hola César, qué tal?". En principio pienso en corregirle (no me llamo César, al contrario que el chico que parecía ser mi hermano. Algunos saben de qué hablo), pero luego pienso que da igual. Cuánta menos conversación le dé, mejor.
Después de irse la luz, y varios accidentes más, de los que como no, yo tenía que ser el culpable, llegamos a la conclusión de que hay que agujerear una pared para pasar un cable del despacho de al lado. Me alegré, porque creía que iba a ser el fin de la tarde, pero no. Una señora, con el pelo color de un libro que lleva años en una estantería, me dice que espere, y la oigo salir al rellano. "Mari -dice-, necesito que me dejes el taladro. Está aquí el electricista y tiene que hacer un agujero". Agujero? Electricista? Por un momento creí que aun seguía libre del problema, pero al cabo de 10 segundos, aparece la mujer con el taladro, sonriente, me lo pone en las manos y me dice: "Toma, majo. Ya puedes hacer el agujero". Y como sonríe la bruja. Yo, asustado, sin entender muy bien la situación, sin saber que hacer con aquel aparejo, y saboreando por un momento un ataque de taladro digno de una peli gore. Al final me reprimí, lógicamente. Y empecé a elaborar una buena excusa para no tener que ensuciarme las manos. Y al final lo conseguí. Fuí a hablar con el ser grimoso, y le dije la típica frase de escaqueo cañí: "No es por no hacerlo, pero tengo miedo de estropear algo. El bricolage no es lo mío y las herramientas no son las mejores". Convencido el ser, huí del sitio despavorido, y sonriente. Aliviado y contento de3 vivir en un país dónde estas excusas siguen funcionando tan bien.