07 enero 2007

Echamos el resto

Bueno, creo que me había quedao en A Coruña... Después de los que nos costó entrar (quien diría que habría tanto tráfico) y volver loca a nuestra sudamericana sintética, nos pegamos un paseíto por la costa. Disfrutamos de los resplandecientes guantes de D. Xerba, corrimos el peligro de ser engullidos por una ola y comimos hasta decir basta (ésto se convertiría en una tónica).
Nuestro día siguiente fue una improvisación. En principio, a pesar de las advertencias, intentamos ir hacia el oeste, pero ver ríos desbordados y temporales siempre tira para atrás, así que decidimos tirar hacia el norte, al cabo Ortegal. Después de un buen recorrido en coche, nuestro estómago, ya acostumbrado a comidas opíparas, nos reclamaba su ración. Paramos en Cariño (población que dejó una profunda huella en el sr. Turbio). Ya repuestos, subimos al cabo. Quizás los más parecido al fin del mundo... Aguantamos allí todo lo que nuestros entumecidos cuerpos soportaron (unos 10 minutos), y de vuelta.
Por la noche, en vista de que era el aniversario de un servidor, las cabezas pensantes decidieron putearme y emborracharme (advierto que algun día habrá venganza). Menos mal que todo quedó en la intimidad, porque nunca me han sentado bien las minifaldas. En fin, creo que fue la celebración más extraña que he tenido en mi vida. Pero valió la pena.
Como remate, visitamos el célebre sanatorio abandonado de Cesuras, hicimos adicta a d. Xerba a una xerba más y luego salimos hacia Santiago.
Santiago... En fin. Es como volveer a la época medieval. Aunque nosotros, por no perder costumbre fuimos a comer. Conseguimos la incréible hazaña de convencer a d. Xerba de que comiese pescado (la pobre había basado su dieta en ensalada y tortilla de patatas. Ya tenía cara de huevo). Al salir, llenamos nuestro maletero de vino y volvimos a ver la catedral.
Asi de entrada, la catedral parece un templo chino, todo cubierto de musgo. Cuando entras impresiona aun más. Nosotros ya deambulábamos como zombies y nos separamos para hacer la visita. La cosa ya empezaba a decaer... Y más a sabiendas de que al día siguiente se nos acababa el viaje. A d. Xerba aun le esperaba un desplante más. Un sr. camarero no le dejo comerse uno de sus polvorones típicos en un bar. Pobre... Al borde de la lágrima...
Y en fin, ésto fue todo. Viaje corto, pero intenso. Espero que no tarde en repetirse algo parecido...

1 Comments:

Anonymous Anónimo said...

Don Turbio, usease yo, si, quedó prendado de Cariño, pero no por sus calles precisamnete.. ajaja..

BUEN RESUMEN!!!

1:41 p. m.  

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