Estas vacaciones tan católicas me las he pasado pintando, entre otros. Yo soy de los de "hágaselo usted mismo" de toda la vida. Ya de pequeño tenía por costumbre desmontar todo tipo de aparatos eléctricos y mecánicos para arreglarlos, o a veces incluso para modificarlos, creyendo, como niño iluso que era, que sabría qué hacer con todas las piececillas que iba recopilando. Haciendo un cálculo rápido, creo que una media del 70% me lo cargaba, pero qué me decís de ese 30%? Bueno, toda esa experiencia me ha servido para tener un nivel aceptable en el arte del "manitas". Pensaréis que ésto supone una ventaja, aunque como me ocurre con mis conocimientos informáticos, soy como una ONG andante de reparaciones sin fronteras.
Bueno, como iba diciendo, hemos estado pintando. Lo primero es comprar los materiales y decidir los colores que van a adornar esas amarillentas paredes que están pidiendo pintura a gritos. En algunas tiendas de pintura puedes escoger tus colores y una máquina parecida a una lavadora grande te los prepara solícitamente (si algún día se queja ya podemos preocuparnos). Pero esta máquina es una traicionera. Miente más que gira. Tu escoges un color verde oscurito, pensando que uno más claro puede ser demasiado chillón. Te vas a casa feliz, orgulloso de tu compra, hasta que abres ese bote metálico nuevo y te encuentras dentro un liquidillo con color de subrallador. Ahí empiezas a sudar, y piensas que un mueble pintado así va a provocar más de un brote psicótico. Pero no os echéis atrás. Hay que echarle valor y mezclarlo.
La verdad es que si pintas en compañía y la compañía se hincha a beber cerveza, además de los efluvios que suelta la pintura en una habitación, el rollo de pintar es divertido. A la que llevas dos horas consigues un colocón muy curioso y te animas. Ahora entiendo la alegría de los bricomaníacos del programa de la tele. Yo pensaba que era amor al arte, y resulta que es un colocón de barniz constante.
En fin, aun no ha acabado todo. El color verde chillón, además de traicionarnos en tono nos traicionó en cantidad, y tenemos el mueble a parches. Está que dá lástima el pobre...
Pero todo llegará, y acabaremos contemplándolo, orgullosos de nuestro trabajo, y embriagados de orgullo, pintura, aguarrás y cerveza.